(Juana de Arco al Rey Carlos VII de Francia, en su primer encuentro, en el año 1429.)
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Pocas historias resultan más sorprendentes que la de Juana de Arco, la doncella de Orleans. En 1429, cuando Francia, sumida en la Guerra de los Cien Años, vivía los peores momentos de su lucha contra Inglaterra, una campesina inculta que veía ángeles logró acceder al rey de Francia, y en pocos días le convenció de que ella podía levantar la moral de su debilitado ejército.
La joven fue enviada a Nueva Orleans, que por entonces estaba regentada por los ingleses. En sólo nueve días consiguió liberar la ciudad y expulsar al ejército atacante. Después cumplió su promesa de conducir al rey a través de la zona ocupada por los enemigos hasta Reims, la ciudad francesa donde tradicionalmente se coronaba a los reyes franceses, para proceder al nombramiento del nuevo monarca. Esta ceremonia se retraso durante seis años por la ocupación inglesa. Poco después Juana cayó en manos de los enemigos (ingleses) y fue acusada de herejía y brujería. Condenada por los obispos franceses en oclusión con los ingleses, fue quemada en la hoguera en 1431. Aún no había cumplido si quiera los veinte años. Los cargos en su contra fueros revocados, y casi quinientos años después de su muerte, en 1920, la Iglesia la santificó.
El don de Juana se manifestaba a través de unas voces que la muchacha empezó a oír a los trece años. Sus ángeles interlocutores eran, san Miguel, santa Catalina y santa Margarita, patrones de la región del este francés de donde procedía Juana.
Las voces le pedían que se presentara ante el rey para ofrecerle sus servicios, tarea nada fácil en la Francia de su época, que estaba absolutamente destrozada por la guerra. El hecho de que la joven consiguiera persuadir al comandante militar local de que la enviara ante Carlos VII disfrazada de hombre, provista de un escolta y una recomendación, ya fue casi un milagro.
Varios episodios de su vida sugieren que la muchacha poseía el don de la clarividencia. Así, cuando Juana fue introducida por primera vez ante la presencia real, el rey se ocultó deliberadamente entre sus cortesanos para comprobar los poderes de la joven Juana, pero ella se dirigió a él sin dudar ni un instante. También se afirma que recibió su espada de batalla de resultas de una visión: sus voces le dijeron que se pusiera en contacto con clérigos del pueblo de Fierbois y les pidiera que buscaran bajo el altar. Los religiosos siguieron sus instrucciones y hallaron en ese lugar un antiguo cofre que contenía una espada oxidada. Tras limpiar el arma, Juana la utilizó para acaudillar a sus tropas en el combate. También se decía que en una ocasión Juana había anunciado una derrota francesa de 300 km del lugar en el que se produjo, y dos días antes de que la noticia se difundiera.
Durante el juicio plantearon a Juana algo que muchas personas preguntaban: si tenía el don de la profecía, ¿por qué no había podido adivinar su captura y, así, evitarla? La muchacha respondió que, efectivamente, sus voces le habían advertido de que sería capturada antes del día de San Juan (y lo fue a mediados de mayo), pero que no habían querido decirle el día exacto. En todo momento siguió profetizando la victoria final para Francia, e insistiendo en que los ingleses perderían finalmente todas sus posesiones en el continente. El tiempo confirmó sus profecías, para entonces ya había muerto en la hoguera. También podría ser que las profecías de Juana fueran consecuencia de sus propios desvelos y del aliento moral que supo insuflar en el espíritu de sus compatriotas.
fuente; Tony Allan
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