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martes, 7 de octubre de 2014

Los orígenes de la astrología (II): los signos del zodiaco



Los contempladores del zodiaco


Al parecer, la astrología propiamente dicha apareció a partir del 330 a.C., fecha en la que Alejandro Magno conquistó Macedonia, al producirse los primeros contactos de la cultura babilónica y la griega. En Alejandría, ciudad fundada por Alejandro Magno en la costa mediterránea de Egipto, de desarrolló un nuevo centro cultural en el que, siguiendo la división duodecimal ya establecida para los meses, unos sabios griegos dividieron la eclíptica en doce secciones equidistantes, cada una de las cuales cubría 30 grados de los 360 grados que constituían la trayectoria solar.
Cada sección se asociaba a la forma de las estrellas visibles en la correspondiente parcela del cielo nocturno. No olvidemos que según la astronomía de la época la Tierra estaba en el centro del universo, con el sol y las estrellas girando en sus órbitas en torno a ella y el telón de fondo de las estrellas fijas. Así fue como las doce constelaciones acabaron conociéndose como los signos del zodiaco.
Las doce casas en las que se dividió la eclíptica constituyeron la base de la astrología; el tablero de ajedrez en el que se desarrollaba el juego del destino. Los planetas, por su parte, eran las piezas de ese juego, aunque no estaban fijas. Al contrario; se creía que sus movimientos eran muy influyentes. En el mundo antiguo sólo se conocían cinco planetas, y en los primero tiempos a cada uno se le asignaron determinadas características.  Marte se asociaba con la agresividad. Venus con el amor y la belleza. Júpiter con el optimismo y la justicia. Saturno con la cautela y el sentido práctico y Mercurio con la rapidez y los mensajes.
De modo ordenado, las constelaciones adquirieron misteriosamente sus propias personalidades: Leo, espléndido y autoritario, Géminis, rápido y polifacético, y así sucesivamente. 
La combinación de planetas y constelaciones, complicada y refinada a través de divisiones y subdivisiones sofisticadas y aparentemente interminables, dio lugar a la astrología.
En aquellos tiempos era casi la ciencia perfecta, vinculaba todos los aspectos de la vida en la Tierra con el funcionamiento del resto del universo, que para ellos era como una gran maquinária. En su forma extrema, la astrología era completamente determinista. El vidente que, mediante un detallado estudio de sus cartas, fuera capaz de calcular todos los movimientos de los cuerpos celestes, podía acceder tanto al pasado como al futuro. La mayor parte de los astrólogos mantenían que los planetas ejercían una influencia sobre la vida de las personas de modo que éste pudiera obrar a favor o en contra de la tendencia de los astros.
Anatomía del hombre, manuscrito francés siglo XV

La nueva ciencia se extendió con rapidez hacia el este. Hacia el siglo II a.C. ya se había introducido en la India, y desde allí los misioneros budistas siguieron divulgándola hasta llegar a China, donde se desarrolló una tradición paralela pero diferente (horóscopo chino), y al sureste asiático. La astrología quedó firmemente arraigada en Irán, y posteriormente en los países islámicos. Desde el principio del Renacimiento, en los siglos XII y XIII se pusieron de moda los astrólogos. Éstos eran consultados habitualmente por políticos y monarcas, y su disciplina gozó de una prestigiosa posición en las universidades que florecían por todo el continente europeo. La astrología por aquella época era una ciencia válida y destacaba por su importancia vital.

Fuente; Tony Allan


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