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martes, 25 de noviembre de 2014

No te pongas límites



Como veis últimamente estoy intentando hacer artículos que transmitan fuerza y energía. El motivo de esto es que veo que últimamente, más que nunca, hay mucho desencanto. No soy psicóloga ni pretendo serlo, pero si pretendo poder ayudaros con reflexiones y pequeños ejercicios que podéis hacer para sentiros mejor y ver las cosas desde otro punto de vista.


Ayer la entrada del artículo fue; deja que el agua fluya; no condiciones tu vida, no te pongas límites. Hoy quiero centrarme en no ponernos límites. Los límites como dije ayer, son necesarios pero en su justa medida.

Los límites nos sirven para saber hasta dónde llega la barrera de lo correcto, son la fina línea que separa lo normal (equilibrado) de lo excesivo. Por ello son necesarios. Pero, ¿qué ocurre cuando nos auto ponemos nuestros límites dónde no deberían estar? Que cerramos puertas que se abren en nuestro camino. Tapiamos posibles desviaciones o salidas que, como si de una autopista se tratase, nos condicionan el camino días tras día y momento tras momento.
Imaginemos esa autopista totalmente en línea recta. A nuestros lados grandes campos verdes bajo el Sol de un atardecer de primavera. El clima es perfecto pero no lo podemos apreciar, al igual que los campos verdes, por qué no podemos dejar de mirar hacia delante. Si el camino es agradable, nos hace felices y estamos cómodos, no debemos preocuparnos por la dirección que tomemos porque si estamos felices y a gusto, estamos en el camino correcto. Podemos permitirnos el lujo de mirar por la ventana, contemplar el paisaje e incluso bajar la ventanilla de nuestra vida y dejar que el aire entre por ella. En cambio cuando el camino se nos hace interminable, estamos completamente obsesionados con ver el final en el horizonte de esa autopista, sin ver que a nuestro alrededor tenemos mil millones de posibilidades.

Os quiero dar a entender que los límites condicionan nuestra forma de ver las cosas y nuestro camino. Condicionan nuestros sueños, nuestros sentimientos, nuestra vida.


foto Google





Los límites deben ponerse precisamente en nosotros mismos, pero no para ahogarnos o encarcelarnos. Pensemos un momento, paremos ese coche que somos nosotros mismos, estacionemos un solo minuto. Miremos alrededor, respiremos. ¿Qué condiciona nuestros límites? ¿Una hipoteca? ¿Un préstamo? ¿Una cárcel que nosotros mismos hemos creado? ¿Una enfermedad? Analicemos bien que es lo que nos impide quitar esos límites.


Cuando llevamos a cabo una decisión, no siempre acertamos; “si en ese momento hubiera sabido que esto iba a ser así…” “Si hubiera pensado antes…

Estos pensamientos, son límites. Precisamente cuando tomamos una decisión, la tomamos porque creemos que en ese momento puede ser lo mejor o es una opción. Y la tomamos sin saber lo que pasará, por que saber lo que pasará implicaría no tener que tomar ninguna decisión, porque ya se tiene una certeza. Tomar una decisión es de valientes. Siempre lo es. Entonces, cuando ya hemos analizado los condicionantes de nuestros límites, ¿qué hacemos? No podemos hacer nada, ¿o sí?
Una cosa son nuestras situaciones, es decir, lo externo que dejamos que condicione nuestro camino. Otra cosa son las barreras, las que nosotros nos ponemos. ¿Qué hubiera ocurrido si esa persona que paga mil euros de hipoteca y le han recortado el sueldo, no la hubiera firmado? ¿Sería más feliz? Probablemente esa persona crea que sí, pero en ese momento creyó que era lo mejor para su vida. Así que no es que ahora fuera más o menos feliz, ahora simplemente su situación sería diferente. Pero esa “hipoteca, relación, elección…” son factores externos. Debemos tener claro que lo externo, pocas veces se puede cambiar. Pero si podemos hacer que no condicione nuestro camino, nuestra vida.

Con esto no quiero decir que no nos afecte nuestra economía o nuestras situaciones personales, con esto os quiero dar a entender que dentro de nuestra esencia, solo podemos estar nosotros mismos. En nuestro interior no caben números ni bancos. Caben acciones, decisiones, pensamientos, sentimientos…

Día tras día, intentemos quitarnos esos límites. Liberemos nuestro camino de “preocupaciones después de haber cumplido con nuestro horario” de “angustias gratuitas” o de “remordimientos vanos  de cosas que fueron o pudieron ser y ni fueron ni son” en fin, liberemos nuestro yo más profundo, el que nos conduce. Echemos el freno cuando sea necesario y aceleremos cuando el camino lo requiera. Disfrutemos de lo bueno que tenemos, de esa amistad, de esa mascota, de ese momento del día en el que no pensamos y nos relajamos. A esos momentos los suelo llamar “el último momento antes de ser consciente de que te estás quedando dormido”.  Es ese momento único, en el que estamos estables, en el que nuestra mente se libera.

foto Google

Hoy en día hay mucha tristeza, frustración, desengaño… Pero no podemos permitirnos tener eso dentro de nosotros. Y el límite lo debemos poner justo en ese lugar. En el lugar donde lo malo no conecte con nosotros. La última cosa que os quiero preguntar para vosotros es; ¿cuántas veces habéis sonreído hoy? Si es una, ¿recordáis por qué ha sido? Si la respuesta es ninguna, ¿a qué esperáis? Obligaros a sonreír aunque tan solo sea una vez al día. Cuando os levantéis de la cama, miraros al espejo y sonreír, recordar los buenos momentos que habéis vivido y apoyaros en ellos. Coger de esa sonrisa toda la energía que necesitéis, es gratis así que adelante, abasteceros bien.



La mejor forma de vencer las dificultades es atacándolas con una magnífica sonrisa. (Robert Baden Powell)
 

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