druida |
En la Europa
occidental precristiana los druidas
fueron la clase sacerdotal del pueblo celta. Sobre ellos se sabe poco
porque no pusieron por escrito sus conocimientos. Aunque la mitología y la
poesía celta que han llegado hasta nuestros días aportan ciertas pistas, casi
toda la información de que disponemos procede de observadores extranjeros, a menudo
un tanto hostiles. La principal fuente procede de los historiadores romanos, especialmente del gran Julio César, quien a mediados del siglo I a.C. se interesó mucho
por los druidas. Afirma este autor
que recibían una consideración especial
entre los celtas, similar a la de los jefes de los militares. Además de
ocuparse de los sacrificios y de otros servicios religiosos, eran los maestros y los jueces de su
sociedad, y guardaban en sus memorias un amplio núcleo de conocimientos en
forma oral para cuya adquisición podían llegar a emplear 20 años o más. Además
quedaban liberados de todo deber militar, y no pagaban impuestos.
Se sabe a ciencia cierta que los druidas practicaban la adivinación y la profecía. Cicerón,
autor y estadista de Julio César, transcribe una conversación suya con un
druida en la que éste declaró que podía ver el futuro, a veces por augurios y a
veces por conjetura. Entre otros relatos aparecen gobernantes romanos haciendo
consultas a mujeres druidas. Una de
ella dijo a Diocleciano lo siguiente: “Cuando hayas matado al jabalí serás
emperador”, predicción que se cumpliría tras la muerte de su enemigo Aper,
apodado “el Jabalí”.
No se sabe bien de qué medio se valían los druidas para practicar la adivinación. Parte de las
predicciones procedería de una observación minuciosa de la naturaleza. Se afirma que los druidas avezados veían el
futuro en las formas de las nubes o en el vuelo de los pájaros. Hay una
referencia a cierto método para predecir
el resultado de una batalla consistente en encerrar unas liebres y después
soltarlas para que los druidas
observaran sus carreras.
Los celtas
practicaban un oráculo onírico con sacrificios rituales de animales. Según el
historiador griego Diodoro Siculo (siglo I a.C.), mascaban una porción de carne para después colocarla sobre una losa de
la puerta de su casa, en calidad de ofrenda a los dioses. A continuación el
druida caía en un profundo sueño, durante el cual se le aparecía un animal dispuesto
a contestar preguntas sobre el futuro. Existen relatos similares de una
ceremonia conocida como “sueño de toro”
en la que el adivino dormitaba tumbado
sobre una piel curtida de toro tratando de tener sueños proféticos. Según
otras fuentes, se llevaba a ciertos individuos a lugares oscuros, y allí se les
mantenía en un estado de privación sensorial durante horas o si era necesario
días. Después esas personas eran conducidas de nuevo a la luz del día, momento
en el que se esperaba que hicieran afirmaciones
proféticas.
Había un extraño método adivinatorio conocido como “meditación de las puntas de los dedos”
consistente en tamborilear y canturrear hasta que las puntas de los dedos
adquirían el poder necesario para acceder a un conocimiento del pasado o del futuro de la persona u objeto que tocaran
con los dedos a continuación.
Quizás para nosotros, los
druidas no fueran más que una secta o un grupo de chamanes celtas. Lo que
está claro es que al estudiar su sociedad y su vida, te das cuenta de lo
importante que era la adivinación ya desde el primer siglo de nuestra historia.
Los celtas nos han dejado un legado
extremadamente rico en valores y conocimientos. Los druidas fueron parte de su
historia y su origen. De hecho el mismísimo Tolkien, se inspiró en ellos para
construir el personaje de Gandalf. También se han hecho infinidad de películas
y videojuegos como el famoso World Of Wacraft.
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