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martes, 30 de diciembre de 2014

Perdona y libérate




Muchas veces a lo largo de nuestra vida, nos enfadamos con aquellos que nos han hecho algún tipo de daño. Tanto nos enfadamos que, sin saber que eso nos destruye, nunca olvidamos su traición o el dolor que nos afligieron.

Antes de todo os debo decir que hay cosas que no se pueden perdonar, de eso debemos ser conscientes. Hay cosas realmente graves que no pueden tener ningún perdón, pero en cambio hay otras que si sabemos cómo afrontar, podemos aceptar, superar, perdonar y olvidar.

Todo empieza por la primera fase; aceptar. Esta fase es la más difícil y la que más tiempo nos puede llevar. Aceptar implica precisamente, aceptar las cosas que no podemos cambiar. Cuando algo nos ha herido o nos hiere y sabemos que no podemos por nuestra propia cuenta cambiar esa situación, solo nos queda aceptarlo. Para ello deberemos analizar en profundidad que parte de protagonismo hemos tenido en esa “situación” y cuál es nuestro nivel de responsabilidad. Partiendo de esa base, poco a poco, iremos desflorando el problema y sabremos valorarlo desde un punto de vista más general. Día tras día sabremos la respuesta y llegará un punto en el que las “aguas vuelvan a su cauce”. Es ahí donde empezaremos a aceptar. Quiero dejaros claro que aceptar no tiene nada que ver con afligirse o conformarse. Aceptar implica un nivel muy alto de sensatez y madurez frente a cosas que no vale la pena seguir arrastrando por qué no se pueden cambiar y no depende de nosotros su solución.

Seguimos, una vez superada y cerrada la primera fase, con la segunda; superar. Superar es más llevadera puesto que ya hemos aceptado, aunque no por ello más sencilla. Esta fase requiere por nuestra parte saber que las cosas son como son. Es decir, ya he aprendido a aceptar las cosas que no puedo cambiar y que son así, ahora lo supero puesto que ya tengo ese conocimiento. Superar implicará algo menos de tiempo aunque deberemos seguir trabajando poco a poco. Aquí no vale la impaciencia puesto que no nos llevaría a nada. Debemos de mentalizarnos de que el tiempo es sabio y no por ir más rápido se llega antes.

Una vez hayamos superado, viene la parte más profunda de todas; perdonar. El rencor es natural. El rencor no es más que “me hicieron, me fallaron, me traicionaron, me dañaron…” El rencor es la peor cadena que podemos ponernos por qué la otra parte nunca se verá dañada pero en cambio nosotros caeremos en el mal humor, la desesperación… En fin, perderemos el tiempo. Solo se puede perdonar cuando se ha aceptado. Perdonaremos una vez hayamos aceptado. Aquí quiero recalcar otra vez que hay cosas que no se pueden aceptar aunque se pueden saber llevar (este ya es otro tema). Muchos pensaréis; hombre un asesinato, maltrato etc. no se puede perdonar. Y yo os diré que tenéis toda la razón y por ello son temas aparte y requieren de otras directrices. Cuando os hablo de estas pautas me refiero  a cosas que nos han hecho daño en nuestro día a día (rupturas, engaños, trabajo, familia…).

Llegamos al último punto y el más liberador de todos; olvidar. Naturalmente tenemos memoria. Así que nos acordaremos de las cosas. Este tipo de olvido es el que libera el pensamiento. Libera la condena de estar constantemente pensando y envenenándonos con aquello que nos hicieron. Una vez hayamos perdonado un camino nuevo se abrirá a nuestro paso y podemos liberar nuestra mente, o mejor dicho desencadenarla. Podremos dejar de envenenar nuestras noches y nuestros momentos de descanso para poder empezar a pensar en positivo. Recordar que el positivismo es el arma más poderosa que tenemos.

Trabajar poco a poco en estas cuatro fases y cambiar vuestra energía.
¡Un saludo amigos!

sábado, 27 de diciembre de 2014

La Verdadera Voluntad




Muchos de vosotros sabréis que me gusta leer. De hecho es algo que hago cada día, no solo con libros, sino también cuando quiero escribir o preparar artículos y debo primero informarme y recopilar información. Es algo me llena y me hace sentir mejor conmigo misma porque, sin querer, voy aprendiendo cada día un poquito más.



El otro día escribí el post de “el mensaje de la Historia Interminable”. Me encanta releer libros que ya he leído y que en algún momento de mi vida me han servido para mejorar o simplemente me han ayudado cuando no tenía nada claro.




Ayer leí uno de los capítulos que más me gustan de esta obra y en él sale una historia cuya idea se basa en la Verdadera Voluntad. En seguida supe que debía compartir con vosotros este “conocimiento” porque sé que os puede ayudar al igual que a mí.


La Verdadera Voluntad es lo que realmente deseamos pero no sabemos que lo deseamos. Muchas veces y esto es cierto, queremos cosas y una vez que las tenemos nos damos cuenta de que no nos hacen felices y de que no sacian nuestra sed, y entonces ponemos rumbo a conseguir otra y así hasta que no sabemos qué queremos o qué necesitamos. Bien pues, la Verdadera Voluntad es el camino que nos conduce a lo que realmente deseamos y realmente necesitamos. Es un camino peligroso y a la vez lleno de aventuras en las que nuestro enemigo es nuestro otro yo. Ese “yo” dormido y triste que nunca tiene bastante con nada porque nada de lo que pide le es necesario.
 
-¿Qué significa –preguntó-« HAZ LO QUE QUIERAS»? Eso quiere decir que puedo hacer lo que me dé la gana, ¿no crees?
-No –dijo con voz profunda-. Quiere decir que debes hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil.
-¿Mi Verdadera Voluntad? ¿Qué es eso?
-Es tu secreto más profundo, que no conoces.
-¿Cómo puedo descubrirlo entonces?
-Siguiendo el camino de los deseos, de uno a otro, hasta llegar al último. Ese camino te llevará a tu Verdadera Voluntad.
-No me parece muy difícil.
-Es el más peligroso de todos los caminos. Ese camino exige la mayor autenticidad y atención, por qué en ningún otro es tan fácil perderse para siempre.


La idea es que para conocer nuestra Verdadera Voluntad, debemos pasar por cada uno de nuestros deseos y que en ellos podemos perdernos creyendo que son los verdaderos. Estos deseos no son materiales, ya que casi siempre alimentamos nuestras verdaderas necesidades con cosas que no nos llenan espiritualmente, simplemente nos hacen saciar nuestra supuesta “falsa necesidad”. El camino hacia la Verdadera Voluntad, es un camino en el que, como dice Ende en el libro, debemos poner nuestro yo más sincero y auténtico y dejar nuestro yo adulterado en un plano inexistente. Solo así conoceremos nuestra Verdadera Voluntad, que no es más que la fuente que alimenta nuestra esencia.